Acerca de un Western Andaluz
Un Western andaluz. (Misión Lindes) reflexiona sobre el paisaje y el campo andaluz, el pasado y el presente, los caminos secundarios y la inevitable transformación de este entorno. Se trata este de un paisaje detenido en el tiempo, en el que perduran muchos hitos y huellas que nos hablan de la relación que el campo ha tenido en sus habitantes y cómo se ha forjado una identidad latente en las imágenes. Observando todos estos lugares desde la perspectiva que nos da la distancia tanto física como temporal, hemos resignificado un paisaje en tránsito.
Formamos parte de este proyecto: Pilar Mayorgas autora de la video-creación audiovisual, José Pérez- Flor, creador del sonido y Fabricio Galadí, encargado del diseño gráfico. También cuenta la obra con una subvención de la Fundación Botí en Córdoba.
El proyecto se inspira estructuralmente en las misiones fotográficas ya que su carácter documental busca registrar y preservar un presente concreto antes de que sea borrado por el tiempo. En este sentido, se pueden considerar un arte vinculado al entorno. La finalidad principal de las misiones fotográficas es la de crear un registro visual que permita entender y analizar los cambios que ocurren en un lugar o en un tema determinado a lo largo del tiempo. Esto puede tener implicaciones sociales, culturales, históricas, científicas, económicas o políticas, dependiendo del tema abordado y de la intención del proyecto.
En definitiva, se trata de un conjunto de imágenes que son testimonio de un momento actual y social que evidencia una fuerte migración y desaparición de las poblaciones en las zonas rurales. Se observa por tanto la relación que existe entre paisaje e individuo, una simbiosis política, social del trabajo del campo y sus gentes que quedan patentes en sus paisajes. Así también, el paisaje refleja cómo esa relación a lo largo de la historia ha forjado un carácter y una identidad.
Andalucía no es sólo una tierra de contrastes visuales, de sol rutilante y entornos abiertos y coloridos, sino también una tierra de contrastes vitales, que el campo y su dureza han transmitido al carácter andaluz. Un Western Andaluz. Misión Lindes, habla de un pasado heredado de aspereza y carencia. Una herencia que aún se encuentra presente y va quedando desdibujada en las nuevas generaciones.
La alegría que identifica al pueblo andaluz esconde un pasado triste preñado de explotación y miseria, de injusticias y de duelos contenidos. La efusividad catártica del vino es fruto de una evasión rabiosa, de la única transgresión posible para un pueblo sometido, cuya única revolución permitida es la fiesta.
Tras esa alegría, encontramos la sobriedad que el campo sí ha guardado y atesorado en sus perfiles, en sus casas de arquitectura severa, sin ornamentos, en sus carteles de tipografías simples, despojadas de artificio. La memoria histórica del paisaje es como un código simbólico de signos que mantienen un significado, que nos transmite un legado que perdura. El paisaje habla y no habla de celebraciones, habla en muchos casos de una memoria de escasez, de cortijos que se erigen como fortalezas y del poco reparto en este dominio.
El paisaje lo cuenta, lo transcribe sin interpretaciones, real y formalmente. Lo cuenta a través de la vastedad de la tierra, de la pereza que genera la falta de esperanza de un cambio, de una prosperidad que no llega, de ese cansancio del no, y de la siesta que lo mitiga…quizá, la única manera de tener sueños posibles para aquellos jornaleros que faenaban el campo.
El diálogo de la composición sonora con las imágenes de “Un Western Andaluz” se basa en las impresiones sentidas de primera mano cuando estuvimos grabando en estos no lugares, coronados por el polvo, el sol y el olvido. Tierra de un millón de tonos ocres y cielo azul devastador, con sus cada vez más escasos pobladores que se ríen por no llorar, por no gastar demasiados esfuerzos en una batalla que saben que está perdida de antemano, lugares donde el viento caliente grita y endurece el alma. Es música que quema, con sus bajas frecuencias y aristas afiladas, drones y texturas espectrales que invitan a sentir la vastedad de la polvorienta nada, que ocasionalmente son rotos por ondas cortas de radiofrecuencia, guitarras quebradas que cortan y echan chispas como si estuvieran hechas en una fragua, estelas de motores, y sonidos deconstruídos de las grabaciones de campo que realizamos y que intentan penetrar este paisaje surreal, de absoluta emergencia climática, y moteado por sus elementos arquitectónicos resquebrajados y olvidados por el tiempo y el hombre.